UN CAMBIO DE RUMBO: el nuevo capitalismo

Sostenibilidad y ética son dos términos que se han puesto de moda estos últimos años. Como sociedad en estado de desarrollo y en un ambiente que se encuentra en cambio continuo, donde cada día somos más conscientes y estamos más informados acerca de lo que pasa a nuestro alrededor, la venda que tenían las generaciones anteriores a nosotros ha caído y nos hemos golpeado con la cruda realidad, la cual nos dice que no todo es tan maravilloso como veníamos pensando.

El cambio climático, las más de 58 millones de personas en estado de pobreza extrema y los 263 millones de niños sin escolarizar alrededor del mundo, son algunos de los ejemplos de los problemas sociales y ambientales con los que nos encontramos realmente, y no, no es que hayan aparecido de la noche a la mañana, son problemas que siempre estuvieron y de los que no habíamos tomado consciencia anteriormente. Muchas personas atribuyen estas desgracias al fenómeno sociopolítico causado por el capitalismo, pero ¿Es el capitalismo el culpable de la desgracia humana provocada por el hombre?

Países como Venezuela son un claro ejemplo de aquellos que decidieron rechazar rotundamente al capitalismo y han apostado por lo que denominan el “socialismo del siglo XXI”. Hoy en día, Venezuela está considerado uno de los países más pobres de América del Sur, con gran escasez de alimentos y servicios básicos como la luz y el agua, entre otros bienes fundamentales para el bienestar humano; además, el FMI ha previsto que el país alcanzará un PIB de 12.210$ para el 2022, el peor de su historia.

Entonces, si no es el capitalismo ¿Quién tiene la culpa? Querer buscar un culpable no ayuda a dar con la solución, al fin y al cabo todos tenemos parte de responsabilidad de que esto ocurra y en nuestras manos está cambiar esta situación, y el capitalismo puede ser nuestro gran aliado en esta acción por el cambio.

Solo en España existen más de 500 grandes empresas no financieras, las cuales pueden llegar a facturar de media unos 942.000 millones de euros, además de ofrecer empleo a casi 4 millones de personas. El impacto que generan estas grandes empresas se produce en todos los niveles: social, ambiental, educativo, etc… es aquí donde reside la clave hacia el cambio. Nosotros, como consumidores de sus productos y servicios, tenemos la responsabilidad de exigir a estas empresas el cambio que esperamos para contribuir a un desarrollo sostenible de nuestra sociedad; para ello, todas las empresas deben desempeñar las acciones y operaciones que forman parte de su cadena de valor de manera que se genere un valor compartido. Esto significa que ellas puedan obtener un beneficio económico mientras crean un beneficio social.

Esta iniciativa de valor compartido viene siendo instaurada por grandes multinacionales como Ecoalf, Unilever y Siemens, quienes ya han iniciado el camino con el que pretenden generar un valor social y que está firmemente ligado a sus objetivos empresariales. De esta forma, las compañías no solo obtienen beneficios consistentes y perdurables a largo plazo, sino que a través de simples acciones como eliminar el uso de plásticos o ampliar el ciclo de vida de sus productos, ayudan a la recuperación medio ambiental, además de capacitar a pequeños productores, ofrecer sueldos justos y condiciones laborales óptimas que ayuden al desarrollo social de las comunidades.

Estas iniciativas no consisten en simple filantropía de acciones no alineadas con los objetivos de la empresa, que únicamente buscan mejorar su imagen y que efectivamente nunca están demás,  sino que la sostenibilidad va más allá. La sostenibilidad es solo el comienzo de lo que representará una profunda transformación de los modelos de negocio y de consumo a los que estamos acostumbrados. Esta transformación conllevará a que el riesgo económico ya no sea el principal factor que mueva las grandes compañías, tendrá mayor relevancia el impacto que ellas puedan generar y que la sociedad espera como parte de la responsabilidad social corporativa que les corresponde, la cual se rige tanto por líneas éticas en su gobernanza, como por la huella social y medio ambiental que pretenden dejar para las futuras generaciones. Estos futuros consumidores no harán más que exigir un cambio adecuado a las necesidades actuales, donde ya no se buscará consumir el producto más barato, sino aquel que tenga el valor agregado de la sostenibilidad.

Dejemos de ver el capitalismo como un problema y empecemos a considerar su potencial como parte de la solución para las adversidades que aquejan a nuestra comunidad, y hagamos de él un capitalismo más consciente y sostenible, que nos ayude a construir un mundo más humano, positivo y cooperativo.

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